Señor Abdeslam Laarusi, imán de la mezquita Badr de Terrassa, permítame.
Le escribo como mujer libre que le mira a los ojos y le dice, sin
ambages, que usted no es superior a mí, ni a ninguna mujer.
Ya sé
que considera que las mujeres hemos nacido "de una costilla torcida",
tal como dijo en un sermón reciente, y que debemos aprender las
"obligaciones", aunque sea a base de golpes. Sin embargo, le diré que es
usted el que tiene el cerebro torcido, carcomido por una ideología
fanática que no es piadosa, sino perversa. Permítame que le diga que son
gentes como usted quienes ensucian el buen nombre de los dioses, y
manchan la bondad de su fe. Ningún dios permitiría nunca estos discursos
de dominio y de odio, porque sólo los seres humanos son capaces de
vincular la trascendencia con la maldad. Usted debería ser un vocero de
bondades, un puente entre la espiritualidad y la humanidad. Sin embargo,
ha escogido utilizar un púlpito sagrado para llenar con ideas de
esclavitud el cerebro libre de sus fieles. ¡Quién se ha creído que es,
para usar a Dios como instrumento de ideas diabólicas! Haciéndolo deja
de ser un hombre de Dios y pasa a ser un simple fanático, más preocupado
de dominar la tierra que de ganar el cielo. El problema es que, por el
camino de su fanatismo, arrastra a muchas personas.
Ha dicho
también, en otro sermón, que nuestras leyes son contrarias al islam.
Entonces, ¿por qué no se marcha corriendo de esta tierra infiel? ¿Qué
hace viviendo en un lugar tan pecaminoso? Me imagino que sus ideales en
la tierra deben ser paraísos de libertad como las dictaduras del Golfo o
Irán, o la actual Libia, con su bonita aplicación de la charia. Nada,
estimado imán, haga usted las maletas y corra raudo a vivir en esas
tierras tan fantásticas, con esas mujeres esclavas, y esas prohibiciones
terribles, y esas simpáticas lapidaciones. Allí seguro que su ideal
islámico se cumple. Por el camino, abandone las pérfidas ventajas de
nuestra sociedad democrática, todas esas ayudas, esa libertad de acción y
expresión, esa sanidad pública, esa escuela gratuita... ¿O es que
resulta que somos malos, pero no lo es nuestro dinero? Ya debe ser eso,
que somos malos y además nos considera tontos.
Por otro lado,
señor Abdeslam, y en honor a las mujeres musulmanas que admiro y
respeto, permítame una última cosa. No hay nada más patético que un
hombre que se cree superior a una mujer. Como utiliza el nombre del
islam para vender su machismo feudal, le recordaré que hay grandes
mujeres musulmanas que luchan contra tipos como usted, que creen que
amar a Dios es amar la libertad y no defender las cadenas. Quizás si las
leyera, en lugar de esos panfletos radicales, aún entendería algo.
Entendería, por ejemplo, que el pecado no lo cometen las mujeres libres
sino los hombres que las quieren esclavas. Nada más. Le saludo
atentamente desde mi desprecio.
Pilar Rahola
La Vanguardia
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