Monte Alto

sábado, 3 de febrero de 2018

GAZAPO DE CANAL HISTORIA




Pues nos cuenta Elentir es su blog Contando Estrellas que Canal Historia se confundió. En su documental sobre Carlos I de Inglaterra mostró la foto de nuestro Carlos I de España y V de Alemania y con franqueza... no hay color.  Escribí un mensaje a Canal Historia en facebook para que miraran de cambiarlo. Duele ver a nuestro Carlos decapitado.

Pero esto me recordó una folletinesca anécdota de capa y espada. Carlos Estuardo, el futuro Carlos I de Inglaterra, deseaba casarse con la infanta María, hermana menor de Felipe IV.  La debió ver en un cuadrito (cosas del ayer) y cayó perdidamente enamorado.  Las negociaciones se atascaron,  pasaban los años y nada se resolvía, así que convenció a su padre (Jacobo IV) y se vino a España en compañía del apuesto Jorge Villiers duque de Buckingan. Recorrieron media Europa a caballo y finalmente llegaron a España, corría el año 1623. De incógnito y sin invitación atento al dato.

Miradas y poco mas con una infanta prisionera de las costumbres de la época. Nos cuenta el episodio con gracia Arturo Perez Reverte en "Alatriste" y  Néstor Luján en "Por ver mi estrella María".

Tras seis meses de negociaciones in situ, se hizo evidente que no había nada que hacer. Felipe IV exigió  la conversión al catolicismo del príncipe o sencillamente no les interesaba. Esto fijo,  prefería casarla con otro apuesto príncipe mas interesante políticamente .

El cabreo de Carlos Estuardo de órdago (daros cuenta que movidón  toda Europa conteniendo la risa) y  cuando llegó a Inglaterra exigió a su padre que iniciara una guerra contra España (ahí es nada). Nos salvó que el Parlamente inglés no le daba ni un duro al rey ni para esto ni para nada. Así que Jacobo intentó tranquilizar a su hijo, recordándole que ya  tenía esposa. ¿Sorprendidos? Pues sí, de vuelta a Inglaterra pasó por Francia,  allí conoció a Enriqueta y se casó con ella,  para darle en las narices a la infanta.

Me dicen  que los caballos de pura sangre ingleses son descendientes de aquellos excelentes caballos que Felipe IV le regaló como premio de consolación. Pero aun así, se fue enfurruñado.