No voy a criticar a los eurodiputados que viajan en clase preferente. No desviemos la atención sobre estos políticos a los que su partido premia con un escaño que suele incorporar sueldo vitalicio y un sinfín de prebendas. Hagamos una enmienda a la totalidad. A la casta política, a sus funciones, a su preparación, al rendimiento que ofrecen a la sociedad española y a la relación calidad-precio. Sobran políticos en todas las administraciones, coches oficiales, dietas que no se utilizan como tales, amiguismo, compadreo y parientes. Falta dedicación, preparación, currículum y decencia. No doy nombres. Ponga usted apellidos y dude porque igual no son tantos como le están saliendo. Hay exceso de cargos y de prepotencia y de sentirse califas en reinos donde se creen inmunes a cualquier tentación incluso cuando el pecado es cotidiano mientras esconden pelusa debajo de las alfombras y en sus jardines, cadáveres.
Están acostumbrados al trato de favor mientras pregonan igualdad y reparten prebendas por miseria. Sus amigos encuentran fácil cobijo y sus familiares ven cómo las puertas se abren al conjuro de sus nombres. Cegados cuando quedan desnudos por la realidad, antes que dimitir atacan a su rival viendo gigantes donde sólo hay molinos de viento. La grandeza del servicio público se la meriendan en comedores de cinco estrellas y ahora en tiempos de campaña se vuelven, además, vulgares y mentirosos.
Se vuelven indecentes, calumniando al adversario para encontrar eco en unos medios de comunicación que encuentran en sus palabras la cruz al lenguaje del corazón. No dan ejemplo cuando el dinero público es sagrado, han hecho que la corrupción se incorpore a su ADN y han conseguido que este peligroso cromosoma esté descontado en las urnas. Una corrupción que anida en nuestro sistema emboscado de mil formas en los sitios más insospechados.
No son mayoría ni son tan pocos como tratan de convencernos. Les invito de nuevo a repasar nombres y apellidos. Júzguenlos con dureza porque están para servir a los ciudadanos y no gozar de un estatus diferente al de un arquitecto en el paro con más estudios y menos suerte. Y no se equivoquen: sólo hablo de los que ustedes han señalado en su repaso y de los que se dan por aludidos. Son la paja; el resto, el trigo.
Artículo de es de Ernesto Saénz de Buruaga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario